Como estas cosas son así, no hay excursión que se precie sin un buen madrugón. Muchos pensaréis que estamos locos madrugando un domingo cuando lo que hay que hacer es levantarse para ir directamente a tomar el aperitivo. Sabia opción ésta, pero nosotros venga a madrugar, que si para ir a carreras, para ir a escalar, para ir a las clases del máster... (esto es exclusivo para mí, el resto se libran, afortunados ellos). El caso es que a las 8 nos encontramos en la calle Silvano los miembros del G5 del distrito de Hortaleza en algún momento de sus vidas y Olga. Antes de ir a la salida de la marcha en Canto Cochino decidimos tomarnos un cafetito en La Charca Verde. Allí nos encontramos con Luis y Fernando. No nos veíamos desde el 15 de marzo y la verdad es que ya teníamos ganas de darnos mutuos achuchones. Para completar el reencuentro, pudimos saludar a Emilio, nuestro querido profe del curso de escalada. Así que el día empezó con un pie inmejorable. Después del chute de cafeína nos fuimos a la salida, cogimos los papelitos que nos dieron para presentar en los controles y empezamos a andar. Tras los primeros pasos, ¡¡¡¡súper notición!!! El gran Fernando va a ser papá. ¡¡Enhorabuena de nuevo!!
Enseguida se notó que los chicos están más en forma que nosotras, al principio intentamos seguir su ritmo, pero llegó un momento en que no fuimos capaces de continuar y nos quedamos las chicas más rezagadas, haciendo alguna parada técnica para satisfacer las necesidades fisiológicas. Al cabo de un rato empezó lo duro, así que nos armamos de valor y ¡¡¡a trepar!!! Nadie nos había advertido de que la ruta era tan dura, al menos a nosotras, que aún distamos mucho de ser aguerridos montañeros como dice Luis, nos lo pareció, más que nada porque esperábamos más un paseíto, largo pero andando, y no la sesión de "escalada" que nos metimos para el cuerpo. En la "cumbre" nos esperaban los chicos, descansamos un poquito y nos hicimos la foto de rigor, que aquí tenéis:
Enseguida se notó que los chicos están más en forma que nosotras, al principio intentamos seguir su ritmo, pero llegó un momento en que no fuimos capaces de continuar y nos quedamos las chicas más rezagadas, haciendo alguna parada técnica para satisfacer las necesidades fisiológicas. Al cabo de un rato empezó lo duro, así que nos armamos de valor y ¡¡¡a trepar!!! Nadie nos había advertido de que la ruta era tan dura, al menos a nosotras, que aún distamos mucho de ser aguerridos montañeros como dice Luis, nos lo pareció, más que nada porque esperábamos más un paseíto, largo pero andando, y no la sesión de "escalada" que nos metimos para el cuerpo. En la "cumbre" nos esperaban los chicos, descansamos un poquito y nos hicimos la foto de rigor, que aquí tenéis:
Continuamos la marcha, pasamos el primer control y de nuevo nos dividimos en dos grupos. Nosotras ya estábamos bastante cansadas, pero lo peor estaba aún por llegar. Llegamos a otra "pared" en la que además de escalar había que reptar cual serpiente para colarse en el hueco entre dos rocas, luego un tramito de arrastrarse de rodillas y finalmente, gracias a Luis y a una cinta que algún montañero simpático dejó por allí llegamos arribita del todo. Mini descanso y continuación de la marcha. El tramo antes del segundo control, maravilloso, un caminito y prácticamente sin pendiente. Cuando llegamos, estaban los chicos esperando y decidimos parar a comer una vez pasado el tercero de los controles. A estas alturas el dolor de uñas era insoportable y sólo podíamos pensar en lo negras que se nos iban a quedar, y nuestras manos parecían lija, mucho peor que cuando escalamos de verdad. Por no hablar del dolor y agotamiento de los cuádriceps. Esto son mis sensaciones personales, cada uno de los protagonistas de esta historia podrá si quiere, compartir las suyas. En este tramo nos tocó meternos un hueco en el que casi no cabíamos (aunque bien pensado, si los chicos ya habían pasado por ahí y no se habían atascado, no podía ser tan pequeño). Dimos tal grito cuando vimos los chalecos fosforencentes de los voluntarios del tercer control, que una de las chicas que estaba haciendo también la ruta (que se llamaba Mary y que sus amigos decían "cariñosamente" que parecía salida del reparto de Madamme Butterfly) se pensó que habíamos visto un oso. Afortunadamente no lo era, porque no hubiéramos sido capaces de salir huyendo. Paramos a comer. Fue una paradita rápida, no convenía perder mucho tiempo y además hacía frío. No he comentado que el día estaba nublado y con fresquito, lo cuál fue muy de agradecer. No me quiero imaginar lo que hubiera sido si el día hubiera sido el típico caluroso y soleado del mes de junio. Cuando reanudamos la marcha, sólo podíamos pensar en llegar de una vez. Laura a la cabeza, siguiendo las marcas blancas y amarillas del camino a Oz y detrás Olga y yo sin parar de quejarnos (¡¡cómo es la naturaleza humana!!). Creíamos que íbamos las últimas, pero nos adelantaron varios grupos. Y llegamos al cuarto control. Olga decidió quedarse con Mary y regresar a Canto Cochino con uno de los chicos del control. Laura y yo estábamos agotadas, pero sólo quedaba subir al Yelmo por un camino más o menos transitable y como la zona era conocida, nos animamos a terminar la marcha. ¡Qué alegría al terminar la subida y ver el Rompeolas! A todo esto, estre tramo lo hicimos bajo la lluvia, para darle más emoción. En el Rompeolas el último control, dimos un poco de conversación al voluntario que estaba allí desde las 11 de la mañana y tenía ganas de charleta y ale, para abajo. Yo iba cerrando el grupo, a mi ritmo, el más lento de todos. Laura me esperó para que no fuera sola. El último tramo lo hicimos acompañadas de unos chicos muy habladores que nos hicieron aumentar el ritmo. A pesar de los resbalones que dimos por culpa de la lluvia y de que nos perdimos un poco, el final de la marcha se pasó bastante rápido. Llegamos a meta y nos bebimos una merecida lata de acuarius.
Como despedida, la cervecita de después, que no podía faltar. Y el recuerdo de la marcha que lo tengo muy presente gracias al dolor de uñas que persiste y a las agujetas, que van mejorando pero se resisten a abandonarme.
Si estáis en forma y os animáis, aquí os dejo el plano de la ruta. Está muy bien señalizada, no hay pérdida. Y en fin, aunque es durísima, la verdad es muy bonita. La pena es que el sufrimiento del camino no nos dejó disfrutar muchas veces de la belleza del paisaje. Quién sabe si el año que viene nos animaremos de nuevo.....
2 comentarios:
Ya pasado el tiempo, recuerdo la marcha como muy dura, pero volvería a hacerla, sobre todo con tan magnifica compañía.
Por cierto Losito y el Gran Fernando tienen unas aventuras dignas de ser contadas de este fin de semana, a ver si somos afortunados y nos ponen los dientes largos.
Un saludo.
Bueno, discrepo un poco con la catalogación que haceis sobre la marcha. Dura no es, es mas bien exigente, ya que te obliga a lo largo del recorrido a utilizar las cuatro extremidades. Para mi gusto es muy divertida!!
La pena es no haber hecho la subida al Yelmo por la vía norte. Desde la pradera del Yelmo, en quince minutos te plantas en la chimena que te lleva a la cima.
La dejamos pendiente para la marcha del año que viene je,je,je!!!
Y como bien dices Abe, tenemos que contaros como nos fue en el curso de escalada del finde pasado: magullados, arañados, quemados por el sol, deshidratados, pero mas contentos que unas castañuelas!!
Próximamente....
Un abrazo
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