Una mañana más se asomó a la ventana dejando que el aire frío inundara la habitación y liberase su mente por unos instantes... Un día más, miró los tejados y observó el campanario con su nido vacío. Un día más, escuchó el silencio de su casa y el viento de la calle. Un día más, sopesó la tristeza de su interior y decidió dejar la decisión de huir para el día siguiente. Un día más.
Ayer se cruzó con su ojos de nuevo y por instante creyó ver algo más que el vacío. Ayer le escuchó reir y pensó que por un instante conseguía ser feliz. Ayer le evitó en la escalera, en la puerta, en el sofá y hasta en la cama. Ayer.
La semana pasada encontró un rastro más a sumar a su desolación, un descuido. Ese miércoles, la cría hacía que leía sentada en la alfombra pasando con alegría las páginas acartonadas de su librito infantil y no le sintieron llegar, ni siquiera el tintineo del juego de llaves. El bebé gimió con un llanto breve e insípido y las dos corrieron a mirar de cerca la cuna, él encendió la tele. Ese mes aún estábamos acostumbrándonos a ser uno más. Nos miramos y nos sonreímos, las tres. La pequeña opinó que el bebé era muy bonito pero que no sabía hacer nada y que estaba alegre de no estar sola.
Al día siguiente al ir a abrir la ventana, una ráfaga de aire lo impidió, soplaba con empeño. Aguzó su olfato: como de armario apolillado. Aguzó el oído: un silencio incómodo. En la boca, un regusto ácido. Nada más que hacer, nada más que decir, nada más que una esquina de esperanza. Sintiendo en la espalda la mirada de su niña de ojos grandes, serios, curiosos y persistentes; y los ojillos del bebé, que lo único que hacían eran dormir; y ese invierno-primavera que parece no tener fin.
Ha llegado febrero, con más frío aún, las nubes amenazan nieve, y sólo hay lluvia y más lluvia, ya no puede abrir la ventana, el sol ni siquiera lucha por presentarse,..., de nuevo el llanto breve del bebé, bajito, corto, como el maullido de un gato y unos rápidos pasitos corriendo por el pasillo a ver a su hermanita. La esquina de esperanza se desmenuzó hace tiempo y no lo quiso ver. Ahora lo veía, lo sentía y lo diría en voz alta: "ya no quiero abrir esa ventana, ya no quiero, ..."
Hay quienes intentan hacernos creer que el mundo es tan sólo aquello que llegas a ver desde tu ventana y te niegan que detrás de esas nubes, luzca el sol o caigan rayos. Y los pájaros que ves volar no son más que gorriones comunes revoloteando ruidosamente, porque a tu ventana ¿para qué va a venir ni una triste paloma a poner su cagada?¿A qué? Te niegan que de la calle llegan voces que dicen, que cuentan, que aseguran que vieron, que discuten; voces que lloran o ríen; porque tú, tú lo que eres es un incrédulo, y te hacen sentir tan pequeño como el mundo que ellos te muestran en esa venta. Lo que quieres es ver más, oir más, sentir más, más todo más, más que aquello que te ofrece la ventana de cristal opaco y la habitación que cierra al mundo, eso que un día tenías cerca y que ahora sólo intuyes... "Hoy, abro mi ventana para que entre el sol, la lluvia, el viento o cuánto fenómeno atmosférico quiera saludarme y miro los árboles, sus ramas, los paseantes, los abuelos de enfrente, el perro que no para de ladrar, los coches mal aparcados y el horizonte... Esta primavera he visto bandadas de jilgueros que cantan alegres"
Ha llegado febrero, con más frío aún, las nubes amenazan nieve, y sólo hay lluvia y más lluvia, ya no puede abrir la ventana, el sol ni siquiera lucha por presentarse,..., de nuevo el llanto breve del bebé, bajito, corto, como el maullido de un gato y unos rápidos pasitos corriendo por el pasillo a ver a su hermanita. La esquina de esperanza se desmenuzó hace tiempo y no lo quiso ver. Ahora lo veía, lo sentía y lo diría en voz alta: "ya no quiero abrir esa ventana, ya no quiero, ..."
Hay quienes intentan hacernos creer que el mundo es tan sólo aquello que llegas a ver desde tu ventana y te niegan que detrás de esas nubes, luzca el sol o caigan rayos. Y los pájaros que ves volar no son más que gorriones comunes revoloteando ruidosamente, porque a tu ventana ¿para qué va a venir ni una triste paloma a poner su cagada?¿A qué? Te niegan que de la calle llegan voces que dicen, que cuentan, que aseguran que vieron, que discuten; voces que lloran o ríen; porque tú, tú lo que eres es un incrédulo, y te hacen sentir tan pequeño como el mundo que ellos te muestran en esa venta. Lo que quieres es ver más, oir más, sentir más, más todo más, más que aquello que te ofrece la ventana de cristal opaco y la habitación que cierra al mundo, eso que un día tenías cerca y que ahora sólo intuyes... "Hoy, abro mi ventana para que entre el sol, la lluvia, el viento o cuánto fenómeno atmosférico quiera saludarme y miro los árboles, sus ramas, los paseantes, los abuelos de enfrente, el perro que no para de ladrar, los coches mal aparcados y el horizonte... Esta primavera he visto bandadas de jilgueros que cantan alegres"