Se acercan las vacaciones, bueno, para la mayoría de nosotros...(hay también quien las ha tomado ya). Ciudades como Madrid, en agosto, se relajan y toman un ritmo más lento al haber menos gente; y zonas de la costa, tranquilas todo el año, hacen el recorrido inverso. Los que vivimos en esta gran ciudad estamos deseando salir de ella para volver a amontonarnos en las playas, más de los mismo, pero con un clima más húmedo y caluroso. Así que este año he optado por pasar tiempo en familia y unos días en una playita tranquila y cuyo nombre no aparece en los folletos de vacaciones.
Cada uno pide en sus vacaciones recibir, compensar, o disfrutar de unas cosas diferentes, en mi caso busco el silencio: descansar del ruido atronador de esta ciudad que no da a mis oídos ni un minuto de tregua, y así poder escuchar claramente las intrincadas explicaciones de mi hija mayor, las complejas historias imaginadas en la lengua de trapo de la pequeña, y las carcajadas de las dos. Descansar, no poner un reloj ajustado de tiempos marcados a los días, cerrar los ojos, respirar, dejarme acariciar por el sol, rebozarme de arena con un cubo y la pala ayudada por dos perfectas "constructoras" de castillos de arena, y bañarme en el mar muerta de risa como si fuera una cría más. No gritar para hacerme escuchar. Susurrar, arrullarme en los brazos de mi amante. Hacer de un huevo frito con patatas, el festival de la comida mediterránea por el simple hecho de no tener prisa en saborearlo. Escuchar el latido del corazón, el ritmo de mi interior. Correr por el puro placer de correr, sin prisa por llegar. Hartarme a nadar y dormir vencida de cansancio. Dos manguitos, gafas de buceo y ser profesora de natación a tiempo completo, futbolista, patinadora, peluquera, paciente de un médico erudito en jarabes, hija obediente de una madre de ochenta centímetros de altura, perdedora constante a la oca, descubridora de conchas escondidas en la arena,... y todo aquello que la imaginación de mis princesas pida.
Y volveremos cansadas, lo sé. Los primeros días a nuestro regreso volverán las tensiones por la rutina, el espacio, el orden,..., ¡hala!, unos ajustes y listas para el resto del año. Mis peques habrán disfrutado a jornada completa de una madre "semiausente" durante el resto del año, y yo, con el orgullo de verlas tan felices como siempre, reconociendo, una vez más, que el verano y el tiempo libre son para reír, hablar, escuchar, y estrechar los lazos con los que más queremos.
¡Qué tengáis un buen verano!
AQUÍ OS DEJO UN ENLACE QUE SEGURAMENTE OS RECORDARÁ "VERANOS DE VERDAD".