Los días que pasamos en la costa de Lituania estuvimos alojados en una ciudad llamada Klaipeda. Turísticamente no tiene interés alguno, su importancia radica en que es el principal puerto marítimo del país que queda libre de hielo en invierno. Sin embargo, a esta ciudad le debo el momento surrealista del viaje, que se produjo una noche en la que acabamos en un garito cubano llamado El Calor, que hacía de veras honor a su nombre, rodeados de unos tunos (sí, sí, de la tuna de la universidad) mientras veíamos bailar algo que quería imitar al flamenco a unas lituanas con traje de faralaes y un lituano, supuestamente vestido de torero, aunque el capote que llevaba (¡¡¡en los hombros!!!) parecía más una capa de drácula que otra cosa. Todo esto aderezado por el típico humo de discoteca (afortunadamente en Lituania está prohibido fumar en todos los espacios públicos y del humo del tabaco nos libramos). En fin, lo que nunca creí llegar a ver.
Desde Klaipeda sale el ferry que en unos siete minutos te lleva a la península de Curlandia, de la que está separada por un mar interior. Esta península está unida al continente por una zona de Rusia que está entre Polonia y Lituania y que se llama algo así como Kaliningrado. ¿Alguien sabía de la existencia de este trozo de Rusia en mitad de Europa? Llamadme ignorante pero para mí, primera noticia. Este es el motivo por el que hay que ir en ferry, ya que para pasar por esta zona se necesita visado. Curlandia es un espacio natural protegido en el que destacan las grandes dunas y pequeñas poblaciones de pescadores, con preciosas casitas de madera de colores rodeadas de jardines y vallas que no alcanzan el metro de altura. Estos pueblecitos se han reconvertido en lugar de veraneo, el sitio ideal para unas vacaciones tranquilas, playa, relax y naturaleza. Nosotros estuvimos paseando por Nida, totalmente recomendable.
Aunque lo mejor del día para mí fue el atardecer en la playa, con el viento que casi nos arrastraba y el mar Báltico rugiendo.
El día siguiente lo dedicamos a conocer Palanga, otro sitio de veraneo pero mucho más grande y masificado, aunque nada que ver con la costa levantina española, por supuesto. Allí visitamos el Museo del Ámbar, toda esta zona del Báltico es conocida por la cantidad y calidad de ámbar que es posible encontrar. El museo en sí no está mal pero lo mejor es dónde está ubicado, en un palacio situado en lo que ellos denominan jardín botánico pero que es más bien un parque enorme. Por la tarde alquilamos unas bicis y pudimos recorrer la mayor parte del mismo. El resto del tiempo lo aprovechamos en la playa, donde pudimos probar por fin el agua del mar Báltico. Sorprende que no tiene casi sal y, en contra de lo que me había imaginado, su temperatura era bastante agradable.
La última parada en Lituania la hicimos en un lugar llamado Siauliai donde se encuentra un importante centro de peregrinación llamado Colina de las Cruces, donde cada peregrino puede dejar su propia cruz. A mi modo de ver es un sitio bastante tétrico, con tanta cruz de todos los tipos, tamaños y materiales, aunque para los lituanos es el símbolo de la resistencia del catolicismo durante los años de ocupación soviética. A pesar de que fue destruida en varias ocasiones, siempre volvía a aparecer.
Desde aquí ya nos encaminamos a Letonia, así que nos despedimos del lituano y de su moneda (las litas) para empezar otra etapa del viaje que ya os contaré otro día. Y tardaré un poquito porque esta tarde me voy rumbo a Sicilia a disfrutar de la segunda parte de mis vacaciones. A mi vuelta voy a tener un montón de "trabajo" acumulado...
Por cierto, Laura colabora en esta entrada aportando las fotos.
5 comentarios:
La verdad nombres como "Curlandia" parecen sacados de novelas...
De nuevo interesante entrega del viaje, esperaremos ansiosos las siguientes y por supuesto las que vendrán del viaje recien comenzado a Sicilia.
Pasadlo en grande guapa, nos vemos a la vuelta.
Besos.
Muy guapas las fotos de Lituania, yo había visto lo de las cruces en un documental de Lonely Planet y me llamó la atención...
Sicilia te gustará mucho, no dejes de subir al Etna, hay unas vistas increibles.
Un saludo
Quique
¡Que bárbaro! Esto es viajar y lo demás... Feliz viaje! Saludad a Franco Battiato si le veis.
Besos ¿o no? con esto de la gripe de marras
Mauri no te quepa la menor duda, conociendo a las dos intrépidas viajeras en tierras sicilianas, si se encuentran con Franco Battiato nos traerán documento gráfico del "evento", no de perfil que no llevan "gran angular"...
La verdad lleva un añito Beatriz de viajes que no se puede quejar, no... y lo que la queda...
Un saludo.
Ya estoy de vuelta, pasando del calorcito siciliano al frío polar que hace en Madrid. El viaje fantástico, ya os contaré.
Quique, no pude subir al Etna. Sólo han sido cinco días en la isla y quería aprovechar la playa. Lo apunto para futuras ocasiones.
Hola Mauri. Pues ni rastro de Franco Battiato.
Y sí, besos.
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