miércoles, 5 de octubre de 2011

Berlín (3)

Prólogo
Ya sé que más de uno y de dos están esperando ávidos el desenlace de lo que realmente me llevó a Berlín, os voy a satisfacer en esta entrega...
Dejar tiempo de por medio para relatar una carrera de las dimensiones del Maratón te da oportunidad de mirar desde muchos ángulos el resultado de la carrera. No os voy a engañar, me gusta correr, pero también me gusta hacer números, el tiempo me permite hacerlos. Con el de Berlín llevo corridos nueve maratones, bastante lejos de los quince que atesora mi buen amigo Saturnino, recalco lo de atesorar, es un tesoro muy preciado terminar un maratón, si ya terminas varios no hay duda, tu tesoro empieza a ser descomunal. 
Haciendo números me he dado cuenta que este noveno es la tercera mejor marca que tengo, si al pasar la línea de meta alguien me hubiera preguntado por mis sensaciones le hubiera contestado algo así: "debe ser el peor maratón que he corrido, pero corriéndolo he sido más feliz que en ningún otro". Es la falta de perspectiva que te da el hablar a bote pronto. Otro dato que saco al hacer los números es que las tres mejores marcas las he conseguido en los últimos nueve meses. Tres maratones en nueve meses, corrí el primero en 2003 el mismo año que empecé a correr, pasaron dos años y dos batacazos antes del segundo en 2005. En 2006 y 2008 los siguientes, en 2009 corrí dos, de diciembre de 2010 hasta Berlín los tres últimos.
Pero si me quedará solo contando números estaría robando el alma al Maratón y eso es una insensatez que no estoy dispuesto a cometer. Así que para terminar de contar números, llegué a meta en:
4 horas 44 minutos y 38 segundos


El Maratón
La noche del sábado dormí como un bendito, si le preguntáis a Gustavo os dirá que "dormía como un perro", que más o menos significa que roncaba a pierna suelta y nada me inmutaba... Tampoco tuve ningún problema a la hora de ir al baño, sí suena a escatológico porque lo es. No hice ningún experimento con el desayuno, Beatriz, esta vez no hubo té... Ya he vivido en otras ocasiones el desayuno previo con los compañeros que vamos a correr, alguno me ha tocado con Pablo, no deja de hablar, incluso con mi hermano Alberto, no deja de bostezar, esta vez estoy con la Compañía de Berlín, hablan y callan a partes iguales. Pero como nota común siempre existen silencios, no son para nada incómodos, más bien son necesarios, inevitables
El sábado pensé en llevar alguna moneda para el metro, por si las moscas, les comenté a mis amigos que no me esperarán, sabía de sobra que mis palabras caían en saco roto. En el desayuno les volví a comentar algo en ese sentido: "si a las dos y media no he aparecido veniros al apartamento...". En los ojos de Saturnino veo un "ya, ya sé de quien hablas pero no ha venido..." en los de Gustavo veo un "tengo que llevar algún detallito más a casa...". Por toda respuesta me llevo un "por nosotros no te agobies", ¡caray! que estoy para los leones y no, no me refiero a los Lannister... Finalmente solo me llevo la dirección del apartamento en un papel, lo del metro está completamente descartado ¡cómo para entenderse con esos planos que tienen!
El camino hasta la línea de salida lo hacemos a paso ligero, ese mismo recorrido el sábado se nos hizo un poco lento y largo, los nervios o la emoción nos están llevando. Vamos viendo gente calentando y dirigiéndose a nuestro mismo destino. Antes de entrar en la zona de los corredores nos despedimos de Ángeles, nos dice por dónde nos intentará ver. Entramos los tres entre la marea de corredores, llegamos a la altura de mi cajón y me despido de mis compañeros, "se avanza más, despacio que parado" me dice Saturnino...
Es en ese momento, cuando me quedo solo, solo rodeado de miles de corredores, cuando se me tensan los músculos de la cara, entro en mi cajón y el ambiente es increíble, desde la megafonía el locutor presenta a los "vips" que corren hoy, la gente aplaude a rabiar sus nombres, nombra a Haile y ya es el delirio, recuerdo en ese momento que "ya corrí con él en Amsterdam" me ganó, nada otra pasadita que me va a dar...
Primera cuenta atrás, la locura, la gente a mi alrededor aplaude, aún nos falta para que nosotros empecemos a correr, quince minutos y una segunda cuenta atrás después pasaremos por la línea de salida, la tensión de la cara ha desaparecido, un hormigueo en el estómago le toma el relevo. Empezamos a correr por Berlín...
Hasta el kilómetro cinco voy mirando el crono, hasta que me digo que no volveré a ir más rápido que en ese tramo, se acabó mirarlo más. Mantengo mi propósito hasta el kilómetro veintiocho, ha sido muy fácil hacerlo. Voy al ritmo que marcan mis piernas no hay más, pero el verdadero motivo es que no ha habido ni un kilómetro en el que no hubiera alguien en la calle animando, bandas de jazz, de rock, vecinos que sacan a sus terrazas equipos de música, gente con matracas, tambores, gente practicando la capoira, cheerleaders, niños, mayores, jóvenes, acompañantes de corredores, todo esto y más hasta el kilómetro cuarenta y dos, los Berlineses nos dan a los corredores su lado ruidoso y festivo, mis piernas están faltas de ritmo pero me lo ponen ellos. Nunca antes en una carrera he visto nada parecido, mucho menos en un maratón...
En ese kilómetro veintiocho miro el crono y hago números, aunque tuviera que andar los catorce restantes llego antes del cierre de control. Parada técnica, hay baños a los lados de la calle para los corredores, estamos en uno de los mejores maratones del mundo, se nota. A partir de ese momento los avituallamientos me sirven para beber, comer y andar un poco así relajo las piernas. Mención aparte las manzanas que nos dan, no me habían sabido tan bien jamás, bueno a Gustavo también le debieron parecer buenas, volvió con dos kilos en la maleta...
Para los diez últimos tomo un gel que nos da la organización, pero sin prisas, a un lado de la acera mis dos vasos de agua, el gel y con tranquilidad, lo tengo en el bote y salvo cansancio no tengo nada más, eso sí, el ritmo es cada vez más lento, ya la cabeza no responde bien y no paro de mirar el crono y hacer números. Los últimos cuatro kilómetros me sobran, alargo los avituallamientos, pero al pasar por el cuarenta y uno, unos gritos de ánimo me arrancan de nuevo. Un giro y se empieza a divisar la Puerta de Brandeburgo, ¡¡ohhhhhhh!! es impresionante, ya tengo un nudo en la garganta, paso por debajo y veo los arcos de llegada al fondo, ahora sí que sí está en el bote. En cuanto me dan la medalla me la cuelgo al cuello, "¡¡uuuffff!! me has costado más de la cuenta preciosa". Con las prisas por ver a mis amigos, me cojo la cerveza y se me olvida quitarme el chip. Llego a la calle de la reunión y allí en la "S" y con sus medallas y Ángeles están los dos, ahora hemos terminado el noveno.


Epílogo
A todos los que corréis no tengo que contaros que hay gente que a veces te suelta eso de "pero diez kilómetros es poco lo puede hacer cualquiera ¿no?", yo al principio me irritaba bastante con esas solemnes tonterías, correr diez kilómetros no está al alcance de cualquiera, es más correr menos tampoco. Los hay más osados que te dicen que ellos en una hora andando se hacen los diez kilómetros, en fin con esos ya no merece la pena ni hablar. Para correr por poca que sea la distancia o el tiempo invertido, es necesario entrenar, que te guste y sacrificio, aunque solo sea un poco. Pero más necesario aún es querer...
Menos, pero alguno te encuentras en este mundo que te dice "yo no corro un Maratón porque no quiero", hoy sé que quien me dijo eso tenía razón no lo corre porque nunca ha querido...
Para correr un Maratón hay que querer y mucho, no basta con quererse a uno mismo, hay que querer a otros y mucho, hay que querer al Maratón y mucho. Querer puede implicar sacrificio, a veces es mínimo, otras es máximo, la mayoría de las veces es decisión propia, cuando es impuesto, el sacrificio ya no es lo mismo. Corriendo por las calles de Berlín iba recordando a todos los que quiero, iba queriendo a todos los que me rodeaban, los que corrían conmigo, los que nos animaban desde la acera, quería en largas distancias y en cortas. Recordaba a los que me quieren, en la distancia y en la cercanía, me sentía inmensamente querido. Puede que penséis que el cuerpo en movimiento en pleno Maratón emana sudor, os equivocaréis si pensáis que es solo eso, sudor... 
Quizás fue la magia que envuelve el Maratón de Berlín en si mismo, puede, quizás sea la magia que envuelve al Maratón allá donde se celebre, puede, quizás sea la magia que envuelve a mi vida últimamente, puede, quizás simplemente esté enamorado y el esfuerzo del Maratón amplifica los sentimientos, puede, pero corriendo el Maratón de Berlín fui más feliz que en ningún otro.


Agradecimientos
Para llegar a esa meta tras pasar la Puerta de Brandeburgo, he precisado la ayuda de muchos y es justo reconocérselo, quizás alguno no sea muy consciente de su labor en este Maratón, da igual yo sí lo soy y os lo agradezco:
A Ángeles, que estaba allí en el kilómetro ocho esperando el paso de los tres, la vi a lo lejos y me dio un subidón tremendo, muchas gracias.
A Gustavo, que tiene una humildad enorme para hacer marcas enormes sus tres horas y poco sin estridencias lo atestiguan, muchas gracias.
A Saturnino, mi amigo me escribió unas semanas antes del Maratón "fuerza de voluntad", lo he tenido muy presente todo el tiempo, muchas gracias.
A los tres, deciros que habéis sido una gran compañía para este viaje y espero que lo volváis a ser para el próximo, quizás en un año..., muchas gracias.
A un corredor anónimo, quizás Italiano, me arriesgo, quizás de Roma, por saludarme en pleno esfuerzo, muchas gracias.
A Paco Fuentes y Rosa, dos corredores gallegos que también me saludaron ya cuando nos quedaba menos para terminar, me dio vida encontraros, muchas gracias.
A una pareja de animadores anónimos, Españoles, que me decían eso de "Vamos Abelardo que ya no te queda nada", que bien suena el Español en esos momentos, muchas gracias.
A los Berlineses y la organización de su Maratón, por llevarnos en volandas, por no tener coches esperando en las calles a que las abrieran al tráfico, muchas gracias.
A Haile Gebrselasssie, su abandono en Berlín me permite decir con orgullo que tenemos el marcador en uno a uno, con el mejor corredor de todos los tiempos ahí es nada, muchas gracias.
A Mónica, los dos últimos entrenamientos de jueves en la CdC me dieron fuerza, tus palabras de ánimo y refuerzo me dieron la moral suficiente, corriste conmigo en Berlín, muchas gracias.
A Beatriz, que en casi todos los Maratones que he corrido fuera de Madrid y he conseguido terminar ha estado presente, el resto de ocasiones no terminé, te tuve presente en Berlín, corriste conmigo, muchas gracias.
A Eduardo, Commedia, que en vísperas de Castellón nos vimos y me diste alas, en vísperas de Berlín lo volviste a hacer, ahora ve y corre con el cuento, corriste Berlín conmigo, muchas gracias. 
A Pablo, el mister, al grupo de entrenamiento del Atletismo Paracuellos, José Ignacio, Laura, Gabi, a todos, por volverme a poner en la senda de los entrenamientos, muchas gracias.
A los chicos y chicas del Nunca, Sonia, Ángel, a todos, por no dejar de ofrecerme retos y nuevas aventuras, así las piernas no descansan y la cabeza tampoco, muchas gracias.
A Tábita, la razón de mi amor, entrando despacio en mi espacio, a Noira y a Elba, sus princesas, por darme tanto cariño y amor en tan poco tiempo, corrí por vosotras en Berlín, muchas gracias.
Muchas gracias, os quiero a todos.

11 comentarios:

Nombre dijo...

Gracias a ti, Abe :)

Me quedo con tu pensamiento en la línea de meta...

"debe ser el peor maratón que he corrido, pero corriéndolo he sido más feliz que en ningún otro"

Beatriz dijo...

Quizá decir "de nada" se quede un poco corto...
Espero seguir "corriendo maratones contigo" durante mucho tiempo.
Gracias por contárnoslo tan bien.
Un beso.
(Que sepas que tu entrada me ha emocionado, y mucho).

Halfon dijo...

Abe, preciosa crónica llena de sentimientos.
La Maratón se corre con el corazón, la cabeza e incluso las piernas.
Un fuerte abrazo campeón

Franfri Aguilera dijo...

Enhorabuena amigo. Yo le debo una al maratón, le falté el respeto hace 4 años y tengo que saldar cuentas. Será pronto, pero todavía no me siento preparado. Leer crónicas así motivan y mucho.

Felicidades. Ya mismo, a por la siguiente y a disfrutar

Saturnino dijo...

Gracias amigo......yo, también te quiero.
Un abrazo.

Tábita dijo...

Enhorabuena por tu triunfo, has vencido un maratón más y lo más importante, sonriendo. Eres una pieza fundamental en mi vida, te quiero. Espero acompañarte en muchas carreras y disfrutarlas contigo.

SONIA dijo...

Creo que crónicas como la tuya demuestran mi teoría de que una maratón no son solo 42195 metros. Quien lo probó, lo sabe.

Un abrazo inmenso! Nos vemos en nada y menos!

Mónica dijo...

Abe, me has emocionado. Ahora más que nunca QUIERO CORRER UN MARATÓN!! Y gracias a ti.

superop dijo...

Leí tu entrada el mismo día que la publicaste, y me emocionó mucho, tanto, que no te he podido escribir nada hasta hoy.
Incluso hoy no sé que decir...
Creo que el apartado "Epílogo" me resume perfectamente todo tu estado... Buff... Cuánto esperaba oír algo así...

Abe dijo...

No sé porque demonios el comentario de Gustavo "estropea el gadget de últimos comentarios"... La informática no es lo tuyo, lo de corre sí... Gustavo decía el 9 de Octubre:

Hola cabroncete, soy Gus,Emocionante relato.Solo darte las gracias por esos dias maravillosos en Berlin, fuisteis la mejor compàñia posible.Habrá mas en el futuro, tiene que haber mas.Un Abrazo.

Espirulina dijo...

Qué bonito, Abe, enhorabuena por todo :)

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