Faraday, con sus experimentos sobre el magnetismo, descubrió un curioso fenómeno que acabó convirtiéndose en la “Ley de la Inducción de Faraday”. Dicha ley tiene este enunciado: La fuerza electromotriz inducida en un circuito es proporcional a la rapidez con la que varía el flujo magnético que lo atraviesa.
Es decir: Si tomamos una espira de cobre y por dentro de ella desplazamos un imán, generaremos una corriente proporcional a la velocidad con que movamos dicho imán.
Realmente, gran parte de nuestra sociedad se sustenta en esto tan curioso. Sin ir más lejos, los motores eléctricos, omnipresentes, están basados en dicha ley. Eso por no hablar de los transformadores, más omnipresentes aún si cabe.
A partir de esto, se pueden crear infinidad de cosas más; por ejemplo, las ultramodernas cocinas vitrocerámicas de inducción están basadas en esta misma ley, añadiendo además el efecto Joule.
Si a un imán le colocamos un bobinado de hilo de cobre aislado alrededor, y pasamos por el campo magnético del imán un cuerpo metálico ferromagnético, resulta que en los extremos de la bobina obtendremos una corriente proporcional a la amplitud del movimiento de dicho cuerpo y con una frecuencia igual.
Podemos poner, por ejemplo, seis imanes bobinados alineados uno al lado del otro sujetos por un material aislante, y pasar por delante de ellos seis metales ferromagnéticos, por ejemplo, hilos acerados tensados, de tal forma que pellizcando esos hilos podremos generar corrientes proporcionales a la fuerza aplicada con el pellizco, y con la misma frecuencia. Si esa frecuencia está comprendida entre 20 hertzios y 20 Kilohertzios, estaría dentro del espectro audible del ser humano.
Esa señal, por supuesto, es muy baja, y habrá que amplificarla para que pueda ser oída.
Ayer tuve el honor de asistir a una demostración empírica de ese proceso físico. Fui con mi mujer, para que ella también verificara el experimento.
El experimentador, llamado Mark, mostró a los asistentes una caja portadora de dichas bobinas, repartidas en tres bloques o “pastillas”, con sendos hilos acerados y tensos.
Empezó a pellizcarlos, y pudimos oír los asistentes por los amplificadores el resultado de la experiencia.
Y entonces ocurrió. Parecía cobrar vida la caja. Hablaba, lloraba, reía, gemía en multitud de sonidos indescriptibles, conducidos con matemática precisión por los dedos de Mark, que llevaba las frecuencias producidas a unos tonos graves y agudos a la vez, cálidos, mágicos… la ciencia se había vuelto sueño. Todas las frecuencias a la vez, seis hilos, seis simples hilos realizando una mezcla sonora tal que parecía llevada al paroxismo…
Todos los presentes pudimos ver la transformación de la ley de Faraday en VIDA. No sé si Mary Shelley conocía esta caja cuando escribió su novela, porque estaba claro que originaba algo vivo en manos del experimentador.
Cuando todo acabó, los asistentes, maravillados, abandonamos poco a poco el lugar, conscientes de haber vivido un milagro difícilmente explicable y creíble por los que no asistieron.
Mark, el experimentador, realizó todo el proceso sin inmutarse, sentado siempre en una silla, como si fuera cotidiano para él.
La caja era de marca Fender, modelo Stratocaster.
El experimentador-mago, se llamaba Mark.
Mark Knopfler.
viernes, 30 de julio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
;-))) Tu ahí con su misterios hasta el último momento.
Un gran concierto, impresionante, no solo por la calidad de la música y de todos los músicos, sino también por el cariño que le mostraba a Mark Knopfler un público de lo más variado.
La verdad es que más que crear música se podría decir que hace magia con la guitarra.
Recuerdo que un verano de hace mucho, nos acompañó en una de esas "locuras" que nos daba por hacer... Todas las noches se lo poníamos a "las fieras" para que se relajarán ¿te acuerdas?
Yo muy a menudo ;D
Un saludo.
¡Que ocurrente! Mándale esta entrada a Mark, a lo mejor no sabe nada de Faraday.
Un abrazo para Abe & Cía
Desde hace un tiempo, el bueno de Mark forma parte de la banda sonora que tenemos en casa. Más vale tarde... como dirían por ahí.
Me ha encantado tu entrada Super, eso de que la ciencia pueda parecerse a la poesía es genial.
Un besazo
Publicar un comentario
Los Blogs no son poca cosa sin tus comentarios...